domingo, 23 de junio de 2013

Oye, y si...

Oye, y si abrís el restaurante mi novio y tú —le sugirió mi tía a mi padre—, él es cocinero.

Mi tío trabajaba en un bar o restaurante en Sierra Nevada, no me preguntéis detalles porque no me acuerdo, pero yo estuve. Estoy hablando que aquí yo tendría unos 4 años todavía.
Tras bastante hablar, que sí, que no, decidieron que iban pagando entre los dos la hipoteca y todo a medias, mientras mi padre seguía viajando con su trabajo de siempre y mi tío trabajaba en el restaurante, y mi padre echaba una mano cuando no estuviera viajando. Entretanto mi padre metía lo que ganaba con sus viajes en la caja del restaurante y se repartía también.
Mi tío vendió un apartamento que tenía en Sierra Nevada y lo invirtió allí, según mi padre porque a él le dio la gana y nadie se lo pidió. Supongo que mis tíos tendrán otro punto de vista.
Un vecino del restaurante, que vendía bicicletas, celebró allí la comunión de su hija. A las semanas mis padres, extrañados de que aún no hubiera pagado, fueron a preguntar qué ocurría. La respuesta fue que mi tía y mi tío habían ido a su tienda y se habían llevado una bicicleta para cada uno como pago por la comunión. No sé si sería así o no, pero esas bicicletas yo las he visto, de hecho recuerdo perfectamente la de mi tía, rosa, con detalles y una cestita... Muy mona.

Ya seguiré, porque esto da para varias entradas, pero como os podéis imaginar, esto no iba a buen puerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario