Ahora la situación está así:
Mis padres estaban saliendo.
Mi padre (21 años) muy formal, mientras que en su casa todo sigue caótico por mi abuela.
Mi madre (19 años) enamorada de él desde aquel flechazo y viendo su formalidad durante esa época. Ella ya era huérfana de padre y madre desde hacía unos años y vivía de nuevo en Granada, ahora con una de sus hermanas y un hermano, mi tío Ramón, amigo de mi padre.
El caso es que mi padre, que siempre había hecho lo que le había dado la gana en su casa, debió pensar que no era decoroso casarse tan joven o no sé, porque tampoco era tan raro hace años, pero convenció a mí madre para que tuvieran un hijo —yo— para así "tener" que casarse e irse de su casa.
Así lo hicieron, mi madre se quedó embarazada, prepararon la boda y buscaron un piso de alquiler con opción a compra —una ganga, de las que ni hoy, en plena crisis, puedes encontrar, eran otros tiempos—. Para pagarlo mi madre invirtió algo de dinero que tenía ahorrado de la venta de casa de sus padres, tras la muerte de mi abuelo, y que había sido dividido en cinco partes iguales para los cinco hermanos. Por parte de mi padre mi abuelo echó una mano y mi padre estaba trabajando en Merca-Granada, en el negocio familiar.
Con mi madre embarazada de mí, al poco tiempo de casados, ya se había terminado el chico formal, ya venía borracho y armándola todo lo que podía y más. No me tengo que imaginar su actitud porque después la he conocido de primera mano en la misma situación y durante toda mi vida hasta el año pasado, cuando decidí denunciar... Ya os iré contando episodios vividos por mí.
El caso es que económicamente iban sobre ruedas. Con el trabajo de mi padre en el negocio familiar, en poco tiempo ya habían decidido comprar y habían pagado el piso. Durante los primeros 4 años de mi vida, mi padre, transportando fruta, ganaba 35.000 pesetas diarias con 5.000 pesetas para gastos. De lunes a sábado. Pongamos 24 días al mes, hablamos de 720.000 pesetas limpias al mes hace más de 20 años. Hoy en día, pasado a euros —4.327'29 euros—, seguiría siendo un sueldazo —y más ahora—.
Maldito dinero. Una obsesión de mi padre que, como veréis, nos ha llevado a casi perderlo todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario